Finalmente en Baracoa terminó el carnaval y pudimos conocerla tal cual como es el resto de los días del año. Y nos encantó.
El primer día que paseamos, estábamos desesperados por meternos al agua. Desde que estábamos en Cuba todavía no nos habíamos metido al mar caribe. Así que empezamos a caminar por la costa en busca de un lugar llamado Playa Blanca que nos habían dicho que es muy lindo. Caminamos primero por el malecón y luego por la playa. Hasta que llegamos a un lugar donde no se podía seguir caminando porque había un río que se juntaba con el mar. En ese momento encontramos a una pareja de Japoneses que se dirigían al mismo lugar y seguimos juntos porque nos daba pena que les iban a cobrar mucho por todo, porque no hablaban ni español ni inglés. Cruzamos el río los 4 por 5 pesos cubanos (nos habían intentado cobrar 1CUC por cada uno – osea 25 pesos cubanos – pero hablando nos entendimos). Al otro lado seguimos caminando y llegamos a la famosa Playa Blanca. Un lugar hermoso. Hay piedras y un poquito de arena por donde uno se puede meter al agua. Obviamente me metí al mar, nadé y disfruté del agua, pero enseguida nos fuimos porque conocimos a un señor, Inauri, perteneciente a una familia que es dueña de una finca de la zona y nos ofreció llevarnos a conocer un lugar muy interesante.
Después de charlar el precio, accedimos a ir con él como guía. Caminamos bastante hasta que encontramos una escalerita que subía a unas formaciones rocosas. Habíamos llegado al Balcón Arqueológico. Un lugar increíble. Paralelo a la costa y acompañándola se extiende una planicie de rocas, con cuevas producto de la erosión producida durante muchísimos años. Se puede ver conchas de mar petrificadas, estalactitas y estalagmitas.
Después seguimos caminando. Para ese entonces ya eramos íntimos amigos de Inauri, a cada pasito que dábamos nos conocíamos más y nos encariñábamos más. Aprendimos sobre su familia, sobre sus tierras, y demás cositas que nos confesó. Y por último llegamos a La Cueva Del Agua. Era un lugar muy oscuro donde había que entrar con linterna. Uno empieza a bajar y bajar, y parece que ahí abajo no hay nada. Ya creíamos que habíamos llegado a la Cueva Del Agua pero no tenía agua. Pero después bajamos más aún y nos dimos cuenta que el agua no se veía porque es transparente, pero ahí estaba, pura, fría y hermosa. Nos bañamos de nuevo!!! Y luego emprendimos el regreso.
Al regreso Inauri nos invitó a la casa de su familia donde tomamos agua y recuperamos fuerzas. Y acá viene una anécdota curiosa: Cuando tomamos agua, estaba muy muy fría, y nosotros dos nos agarramos la cabeza por ese dolor sin nombre que a uno le da cuando toma algo frío. Entonces Inauri dijo que nos dio la puntada del guajiro. Obviamente nosotros curiosos por excelencia preguntamos por qué le dicen así y nos contó que guajiro le dicen a las personas que no son de la ciudad, que viven en el campo. Los guajiros años atrás no tenían electricidad, por lo tanto no estaban acostumbrados a beber agua helada. Y cuando iban a la ciudad y pedían un vaso de agua, les daban agua fría y les agarraba ese dolor en la cabeza por la falta de costumbre. ¡Así que ahora cada vez que nos da ese dolor, ya sabemos como llamarlo!
Nos despedimos de Inauri y su familia y regresamos por donde vinimos. Pero al atravesar unas casitas de campo, conocimos a una señora que nos quería vender el famoso Choco-Coco, un dulce típico de la zona que es de chocolate y coco. Nos pusimos a conversar con Nilse y nos invitó a pasar a su casa. Nos presentó a Ricardo, el cocinero del choco-coco que nos mostró cómo lo prepara y nos habló del éxito que tiene con su excelente producto. Nos quedamos un rato con ellos, y regresamos a la ciudad ayudando a Ricardo a llevar las bolsas con choco-coco que tenía que entregar en un hotel, obviamente comiéndonos una barrita en el camino y conversando con él.
De repente llega un autito a la playa, y se bajan tres muchachos. Uno viene directamente a saludarnos. Al principio nos costó reconocerlo, pero después nos dimos cuenta que era el fotógrafo del carnaval con el que habíamos conversado para felicitarlo por su idea tan original. Él trabajaba con su primo, y ya se estaban volviendo para Camgüey, donde viven, y habían hecho una parada para tomar algo fresco y meterse al agua. Divinos. Pasamos un rato hermoso con ellos y conocimos más de su emprendimiento, de sus vidas y de su realidad.
Después había un chico, Osmar, vendiendo comida. Nos quería cobrar como turistas, pero nos hicimos amigos y nos dijo que le paguemos lo que queríamos. Él también se instaló en nuestra manta. Más tarde se instalaron las vendedoras de almendras con miel (que Jaimis y los fotógrafos les compraron todo lo que tenían, porque era riquísimo) y luego el vendedor de coco. Así que nada de leer, ni de escribir, ni de dormir. Pero compartir con ellos nos enriqueció mucho más.
INFO ÚTIL
Hospedaje
Para ir a Playa Blanca, Balcón Arqueológico y Cueva Del Agua
Para ir a Maguana