Teníamos la cámara FujiFilm Instax 8. Teníamos 40 papeles para fotos instantáneas. Pero durante estos cuatro meses no encontrábamos el momento de arrancar con FotoLIBRE. Sentíamos que en los lugares por los que ya hemos viajado, el proyecto no hubiese sido valorado como lo merecía.
En Turquía, Irán y Omán, por lo general la gente tiene celulares hiper inteligentes con los que se toman selfies a más no poder. Sentíamos que sería en vano utilizar nuestros papeles en dichas circunstancias, queríamos guardarlos para el momento indicado. Para cuando lo sintiéramos.
Y resulta que en el norte de Pakistán, entre medio de las montañas, en la Karakorum Highway, lo sentimos. Agarramos la cámara y la comenzamos a llevar con nosotros esperando la persona y el momento indicados.
Y entonces nos dirigíamos a Siri Paye, una pequeña laguna en medio de las montañas, al pie del cerro Makra. Partíamos del pueblo que nos acogía en esos días. El pueblo que nos vio desempolvar nuestras camperas y zapatillas, y guardar las sandalias. ¡Por fin abandonamos el calor!
Estábamos decididos a subir y bajar 9 kilómetros caminando por las montañas, ya que contratar un jeep costaba como 20 dólares y se salía de nuestro escaso presupuesto. Encaramos el camino, y notamos que si todo el trayecto sería así, no llegaríamos ni a la mitad. En eso nos detuvo un jeep con un señor recontra bigotudo y sus amigos que nos subió y nos llevó hasta Siri Paye.
Allí el jeep esperaría una hora y podríamos regresar con nuestros nuevos amigos. Pero entre que tomamos un té, y charlamos con la gente, decidimos que era muy pronto para regresar de ese lugar tan hermoso. Todos nos insistían que regresáramos con ellos, que sino tendríamos que caminar los 9 kilómetros y sería muy peligroso. Y que no conseguiríamos a nadie que nos llevara. Nosotros testarudos, decidimos arriesgarnos.
Mientras tomábamos unas fotos, nos cruzamos con uno de los tantos señores que ofrecían tours a caballo. Su caballo era hermoso. Se notaba que lo trataba con amor. Él tenía una cara de buena gente tremenda. ¡Y la sentimos! Nos parecía hermoso que pueda tener una foto impresa de su trabajo que con tanto amor realiza y que da alegría a tantos chicos. Le explicamos como pudimos a través de la barrera idiomática que nos separaba, que queríamos hacerle un regalo. Él aceptó, se subió a su caballo, sacamos la cámara, le pusimos los papeles, click, ¡y nada!. La foto no salía. No entendíamos por qué. Hasta que nos dimos cuenta que no le pusimos pilas.
Nos disculpamos con el señor que comprendió perfectamente y encima nos ofreció un paseo en su caballo “free”, que amablemente rechazamos. Nos despedimos y emprendimos el camino de regreso.
Comenzamos a caminar por la bajada, resignados por el largo camino que nos esperaba. Cuando de repente pasó un jeep vacío, y su conductor nos dijo que subamos. A la pregunta de “how much?”, movió la cabeza y nos dijo “no money”. Felices nos subimos al auto de Muhammed Saleem, que casi no hablaba inglés. Luego de un rato de silencio, contemplando el borde del precipicio de un camino hecho pedazos, comenzó la charla en urdu-inglés, y Muhammed Saleem resultó ser un divino total. Nacido y criado en Shogran, un pueblito mínimo en el medio de las montañas. Donde internet parece ser algo del futuro y no hay mucho más que algunos hoteles, y puestos que venden juegos y algo de comida. Pero unos paisajes hermosos, con vista de nieve eterna, y atardeceres de mil colores.
Cuando bajamos del jeep, nos despedimos de él, que no nos pidió nada a cambio de semejante favor. Nos alejamos caminando con una sonrisa de oreja a oreja, pensando que lindo hubiera sido poder dejarle un recuerdo, una foto de él con su jeep. Para que la luzca con orgullo al lado de la flor que lleva en el parabrisas.
Dos días después, nos estábamos yendo del pueblo, caminando con nuestras mochilas. Cuando lo veo a Javico, que caminaba un poco más adelante que yo, darse vuelta con cara de feliz cumpleaños, gritándome “Suka, suka, mira quién está!, vamos rápido, vamos a tomarle la foto”. Y cuando él nos vio, también nos recibió con una hermosa sonrisa.
Y con ese encuentro, esta vez con las pilas puestas, comenzó FotoLIBRE, como una especie de cadena de favores. Y es que la gente buena merece que le sucedan cosas buenas.
Si querés saber de qué se trata FotoLIBRE podés leer ¿Qué es FotoLIBRE? donde te mostramos un videito animado contando cómo surgió la idea de este proyecto social que llevamos en nuestras mochilas por Asia.
Si querés ir conociendo las historias y viendo las fotos instantáneas que tomamos día a día podés seguirnos en nuestra cuenta de Instagram @caminandoporelglobo con el hashtag #FotoLIBRE o #FREEPics
¡Gracias Fuji Film Argentina por hacer posible todo esto y traernos tanta alegría tanto a nosotros como a quienes reciben las fotos!
2 comentarios
Hola
Excelente tu blog y maravillosos relatos que motivan el espiritu
Muchísimas gracias!!! 🙂