No me importaba que sea verano (verano en el desierto) ni los cincuenta grados de calor a la sombra, ni que me dijeran que estaba todo cerrado por temporada baja, ni nada. No me iría de India sin visitar Jaisalmer.
Por eso nos tomamos un tren desde Jodhpur y llegamos Jaisalmer, una ciudad dentro de un fuerte y en medio del desierto. Atractivos suficientes par soportar tanto calor y todo lo que nos decían, que era muy cierto.
La ciudad estaba semi muerta. Muchos restaurantes y tiendas cerrados, casi nada de turistas, pocos conductores de tuc tuc ofreciendo «cambiopaseosexcursionesytodoloquepuedan», pero teníamos una ciudad con una arquitectura hermosa solo para nosotros.
De todos modos, contra todas las recomendaciones, nos fuimos a pasear al desierto en camello durante un día y una noche con un tour para nosotros solos, Hussein (nuestro guía), los camellos y las estrellas.
Arrancamos en un jeep que nos llevó a una aldea super antigua, ruina de un pueblo brahmán. Pudimos visitar casas reconstruidas y otras en ruinas, de adobe. También había un templo y un cementerio. Houssein nos contó que ese pueblo tenía más de mil años y pertenecía a los brahmanes. Que los textos de las tumbas estaban en un idioma muy antiguo que ellos no pueden leer y, que estábamos en unos de los cementerios más antiguos de Jaisalmer. Pero lo cierto es que no sabemos el nombre de la aldea como para corroborar estos datos.
Jaisalmer queda muy cerca de la frontera con Pakistán, y muchos de los pueblos y nómadas que viven en el desierto son musulmanes, que han quedado a este lado de la caprichosa frontera divisoria de ambas naciones. Por lo tanto se puede palpitar un poco de la cultura del país vecino. La hospitalidad, la religión, los hombres vestidos con shalwar-kameez (pantalón holgado y camisa de manga larga que llega hasta las rodillas y que todos los pakistaníes utilizan). Jamin, el dueño de los camellos, ya mostró esa hospitalidad cuando los conocimos en la ciudad, llevándonos en moto a ver el atardecer a un lugar hermoso.
Pero regresemos al desierto. Luego de visitar la aldea abandonada, llegamos a donde nos esperaban los camellos. El más gracioso se llamaba Michael Jackson, los conocimos mientras los cargaban y alimentaban para comenzar las andadas. Y así montamos a los camellitos y nos adentramos al desierto. El calor era agobiante, pero por la mañana soplaba cierta brisa y era soportable. Por un momento fuimos bordeando la ruta pavimentada. Si bien estábamos en el desierto, no habían dunas todavía. Los molinos de viento enormes, imponentes, nos acompañaron todo el camino, disminuyendo la sensación de estar en medio de la nada, pero atrayendo nuestras miradas también.
A las once de la mañana cuando el calor ya era inaguantable y nos dolían las piernas por la falta de costumbre de andar en camello, paramos bajo la sombra de un frondoso árbol, a descansar y almorzar. Hussein nos hizo la comida: un curry de verduras y chapatis. Todo preparado en el momento al ritmo de sus cánticos, mientras nosotros dormíamos frescos en la sombra. Allí, bajo ese árbol descansamos hasta que el calor nos dio tregua para continuar andando. Y avanzamos hasta que nuestras sombras se reflejaron en arena pura y virgen: habíamos llegado a las dunas. Justo allí hicimos una parada en una aldea en medio del desierto, a la que solo se llega en animales o jeep, para que los camellos beban agua, y nosotros compremos agua fría, o gaseosa o cerveza.
En esta pequeñísima aldea con solo unas chozas de barro, un pozo de agua y pilas de leña apilada, los chicos comenzaron a asomarse curiosos. Después de observarnos un rato se acercaron a pedirnos que les regalemos todo lo que teníamos puesto: mis anillos viejos y oxidados, mis pulseras de macramé, el reloj de dos dolares que Javico compró en China, y todo lo que tuviésemos a la vista, que claramente no eran cosas necesarias. Eran muy hermosos en su simpleza y moría por sacarles fotos, pero más aún por dárselas. No tenían electricidad, por lo tanto tener un celular cargado constantemente era un lujo, incluso para nuestro guía Hussein. Probablemente nadie del pueblo tenía una foto de su familia colgada de la pared de la choza, era la ocasión perfecta para nuestro proyecto FotoLIBRE. Así que agarré mi cámara instantánea de Fujifilm y comencé a regalarles fotos con las que quedaron maravillados y felices.
Por último llegamos al lugar elegido para cenar y dormir. Vimos el atardecer, jugamos en la arena, cantamos y bailamos bajo la luna llena. Aprovechando las ventajas del verano, ya que por las noches la temperatura no baja tanto ni sopla viento, decidimos dormir a la intemperie. Nos ubicamos en la cresta de las dunas bajo las estrellas. Por la noche los escarabajos comenzaron a aflorar de la arena como almas en pena, perturbando la tranquilidad del desierto. Pero gracias a Hussein, que nos hizo una especie de cajón de plástico bajo nuestras mantas, pudimos dormir muy placenteramente en nuestro hotel de mil estrellas.
Al día siguiente disfrutamos del amanecer y volvimos a la ciudad. Paseamos un poco por el fuerte para ver la vida de la gente, y volvimos al lugar al que habíamos llegado: la estación de trenes. Para que se den una idea del clima que vivimos en Jaisalmer les cuento que una turista que viajaba sola subió totalmente descompuesta al tren. Obviamente la cuidamos todo el viaje (tengo un imán para estos casos). Justo antes de partir, dentro del tren, cuando quisimos tomarle la fiebre con nuestro termómetro, el mercurio no bajaba por más sacudones que le diéramos. Entonces lo metimos en agua fría, el mercurio bajó, pero cuando lo sacamos del agua, en cuestión de unos segundos, el mercurio se disparaba hasta el máximo de temperatura. No pudimos tomarle la fiebre por el calor que hacía. Igual, así y todo, no me arrepiento de haberme lanzado al desierto en verano.
INFORMACIÓN ÚTIL
Cómo llegar:
Nosotros llegamos en tren desde Jodhpur, en Sleeper Class por 205 INR. El viaje fue de 7 horas y desde la estación se puede caminar al centro, son menos de dos kilómetros.
Para irnos tomamos el tren JAISALMER EXPRESS desde Jaisalmer a Delhi, en Sleeper Class por 440 INR. Fue un viaje de 20 horas.
Dónde Hospedarse:
Moustache Hostel: Un hotel hermoso en una casona antigua tipo Haveli, con la arquitectura típica de la ciudad. Hay opción de habitaciones privadas muy lindas, grandes y cómodas, pero también de habitaciones compartidas más económicas. Queda a unos metros de la puerta de entrada al sector del fuerte.
Dirección: Cerca del estacionamiento del Fuerte, Ring Road, Amar Sagar Pol, Jaisalmer
Tel: +91 70731-77761
Mail: jaisalmer@moustachehostel.com
Sitio Web: www.moustachehostel.com También los encuentran en Facebook
Dónde Comer:
Cuando nosotros estuvimos en la ciudad no habían muchas opciones, pero por suerte encontramos un lugar dentro del fuerte que nos encantó. Se llama Shanti Restaurante. Lo recomiendo por varias razones: la comida es muy rica, respetan el pedido de «sin picante por favor», tiene una vista increíble, buena atención, lindo lugar, buen WIFI, y era barato incluso cuando todos los restaurantes de la zona estaban cerrados.
Tour al desierto:
La empresa Yaan Tours se encargó de coordinar nuestro tour al desierto. Pero ellos no solo organizan esta excursión sino que coordinan viajes por India hechos a medida. Hablan en español y nos pareció una empresa muy responsable.
Contacto: Soumya (ella habla español perfecto)
Sitio Web: www.yaantours.com
Tel / Whatsapp: +91-997-138-1257
Mail: info@yaantours.com
También los encuentran en Facebook e Instagram
¿ME AYUDAS Y TE AYUDO?
- Encontrá acá el mejor SEGURO DE VIAJE para viajar por India. Y si necesitas ayuda contactame a caminandoporelglobo@gmail.com y te aconsejo cual es la mejor opción para vos.
- Busca y reserva tu hospedaje al mejor precio en Jaisalmer aquí.
- Encuentra los mejores tours para recorrer Jaisalmer aquí.