Baños de Agua Santa: Columpios, Volcanes y Cascadas

Siguiendo con el roadtrip que hicimos con mis padres cuando me vinieron a visitar, luego de conocer El Volcán Cotopaxi y la Laguna de Quilotoa, fuimos a la ciudad de Baños de Agua Santa, un lugar que yo tenía muchas ganas de conocer.

La llaman el paraíso mochilero pero cuando estuvimos nosotros, no lo parecía. Estaba super tranquilo. Aunque hemos visto muchos hostels, bares, agencias de turismo, restaurantes y puestos de productos regionales. Así que estábamos en temporada baja (Mayo), con lo cual pudimos disfrutar del lugar con total tranquilidad.

Lo primero que hicimos en Baños de Agua Santa fue ir a bañarnos a unas termas. Fuimos a unas en el centro de pueblo, Termas de La Virgen, que mucho no nos gustaron y cerraban temprano, así que no nos metimos y nos fuimos a otras más alejadas. Terminamos en las Termas El Salado, donde hay piletas de agua fría, tibia y caliente, y cierran más tarde. Hay que meterse con gorro, pero igual venden allí y hay donde dejar las cosas. El lugar me pareció muy bueno, la entrada cuesta 3 dólares y está abierto hasta más tarde.

Luego cenamos trucha y nos fuimos a dormir. Al día siguiente arrancamos temprano para ir a conocer la Casa del Árbol. El camino que lleva al lugar es muy lindo. pero hay que tener cuidado porque han puesto muchos columpios en la zona y para mi vale la pena ir al original.

Cuando llegamos estaba bastante nublado, así desayunamos por ahí, le hicimos probar a Omi las empanadas de viento que estaba obsesionado con probarlas, y decidimos ir a uno de los atractivos más conocidos de Baños de Agua Santa, el Pailón del Diablo y regresar por la tarde. Pusimos rumbo al Pailón pasando por una ruta verde, con curvas, quebradas, cascadas y túneles. Hasta que llegamos a Río Verde para conocer esa famosa escalera en medio de una cascada.

Hay dos caminos para observar la cascada, uno es por abajo y el otro por arriba. Optamos por hacer primero el recorrido por abajo, que es el que efectivamente lleva a las gradas, y que toma más tiempo recorrerlo. Hay un sendero que pasa por un bosque hasta llegar a un parador con un restaurante desde donde se ingresa al Pailón.

Finalmente llegamos. Íbamos viendo los escalones y la cascada poco a poco desde arriba, hasta llegar finalmente a las gradas. No se por qué me emocionó tanto estar ahí. Me agarró una excitación tremenda. No se si por haberlo visto tantas veces en fotos, por la fuerza del agua cayendo tan cerca, porque me salpicaba el agua de la cascada, por estar con mi papás o por qué, tal vez por una mezcla de todo eso. No hacía calor, incluso tenía puesto un swetter pero no me importó mojarme, de hecho lo super disfruté. Bajé todas las gradas, abriendo los brazos para recibir el agua, riéndome, gritando.

Después pasamos por un camino muy estrecho en una cueva, hasta Omi que es re alto y poco flexible pudo pasar, y llegamos justo atrás de las cascada. Y ahí la emoción continuó.

Finalmente al regresar se puede cruzar un puente colgante de madera, que atraviesa el río y desde donde se ve la cascada de frente. Luego volvimos rápidamente al pueblo y fuimos al otro camino, al superior. También es muy lindo y vale la pena ir. Es el lugar perfecto para tomar fotos de la escalera desde arriba y enfrente. Pero además el camino es muy interesante, con piletones de agua y puentes colgantes que van y vienen.

Al finalizar almorzamos ahí mismo en el pueblo, en uno de los restaurantes, ¿adivinen qué? sí, una trucha espectacular con patacones, ensalada y arroz por 5 USD. Con la panza llena, un sol radiante, y el cielo abierto, estábamos listos para volver a la casa del árbol. Y valió la pena esperar porque el volcán Tungurahua nos mostró todo su esplendor.

Regresamos a la famosa Casa Del Árbol con el clima perfecto. La entrada al lugar cuesta 1 Dólar. De nosotros cuatro solo yo me subí al columpio, mientras mi mamá se estresaba y angustiaba porque su hijita de más de 30 años, que viajó por Sudamérica manejando una kombi a los 22, o que recorrió el medio oriente a dedo, corría mucho peligro en un columpio que parecía dar a un precipicio. Era muy gracioso escucharla gritar «¡basta Omi, basta! ¡no la empujes más!», verla irse caminando enojadísima. Lo mejor es que me estaba grabando con la gopro, cuando de repente se enojó, se fue con la cámara prendida y me dejó un video de media hora del suelo. Creo que me divirtió más eso que el columpio en sí mismo.

Pero la verdad es que más allá de la foto hermosa que todos queremos hamacándonos en la Casa Del Árbol, la sensación de estar volando con el Tungurahua de fondo es increíble. Y aunque no quieran columpiarse la vista en ese lugar es totalmente cautivadora.

Y así terminó nuestra visita a la ciudad de Baños de Agua Santa, ya que luego seguimos viaje a Alausí para al día siguiente ir al Tren de la Nariz del Diablo.