Ruta 3: Buenos Aires – Puerto Madryn
Hacía un par de años que no me hacía un buen viaje con la kombi.
… Y viajar en la kombi no significa solamente ir en un vehículo. Significa viajar a la velocidad del paisaje. Tener paciencia. Demorar días en llegar a un destino que se tardaría horas. Y estar preparados para los problemas.
… Y viajar en kombi es vivir en La Gorda, y esa es mi parte preferida porque es volver a uno de mis hogares. Si bien siempre la uso, hacía mucho que no dormía ahí.
Bueno, el viaje arrancó un lunes lluvioso por la mañana con el kilometraje marcando 95000 km clavados. La kombi andaba espectacular, pero en la primer parada para cargar nafta noté que perdía bastante aceite. Debo reconocer que cuando le pasa algo me preocupo como si fuera una persona que está enfermita y la tengo que cuidar mucho. Es como que se me prenden todas las alarmas y trató de estar atenta, de sentirla y de ver qué le puede estar pasando. Como no se nada de mecánica, llamé a mi mecánico de confianza, Cacho, que pobrecitos él, su hijo Ale y Ricardo (los tres que trabajan en el taller) me escuchan y me explican con paciencia todo y ya están acostumbrados a que los llame desde cualquier lugar del mundo. Ellos me dijeron que debía ser el reten de bancada y para arreglarlo hay que bajar el motor. Pero que si cuido que siempre tenga bien el nivel de aceite, no habría problema. Por lo tanto seguimos viaje, siempre atentas, poniéndole aceite y parando a descansar. Lo extraño es que la kombi andaba de 10. Tenía una fuerza increíble y si me descuidaba se ponía a 100 km/h.
Así avanzamos, escuchando la poca música que habíamos llevado una y otra vez, cantando, dibujando, bailando sentadas y contemplando la ruta.
Enseguida cada pasajera tomó un rol. Yo fui la conductora y nunca largué el volante. Lu fue la encargada de la música tarea difícil con nuestra situación de stock musical. Y Belu se encargó de anotar todo lo referente a la ruta y de que nunca falte mate, a tal punto que cuando me vi al espejo me asusté porque tenía los dientes verdes. La verdad dos copilotos de lujo.
La primer parada la hicimos en Azul para almorzar. Por suerte había asomado el sol y aprovechamos para hacer un picnic de empanadas. Luego seguimos avanzando y a la tarde llegamos a Tres Arroyos, ciudad que quise conocer porque creía que ahí vivía una vieja amiga, pero resulta que me la confundí con otra que se llama Tres Algarrobos. Y lo peor es que me di cuenta al día siguiente. Allí pasamos la primer noche entre camiones. Disfruté volver a armar la cama, ponerme el pijamita y meterme adentro, como si fuera un viejo ritual.
A la mañana me desperté muy temprano, pero no pudimos salir a la ruta porque había mucha neblina y no se veía nada, así que terminamos arrancando como a las 9:30hs. Siempre y ante todo: respeto a la ruta.
Por suerte, con el andar el buen tiempo y las buenas rutas nos acompañaron. Los verdes se hicieron más brillantes y el cielo parecía dibujado.
La segunda noche la pasamos en Carmen de Patagones, aunque nos fuimos a bañar a Viedma. Las dos ciudades están pegaditas una a la otra pero separadas por el Río Negro.
El tercer día de ruta arrancó tarde pero porque desayunamos muy tranquilas en YPF con wifi. Eso sí, no consumimos nada, tomamos mate y comimos galletitas que habíamos llevado (re caraduras). Pero amo las YPF para cargar nafta, para dormir y para ir al baño. ¡Son lo más! Las recomiendo.
La parada de mediodía fue en Las Grutas. Cuando llegamos me decepcionó un poquito. Parecía un pueblo abandonado con el mar golpeando contra un acantilado. Almorzamos rabas y langostinos y los comimos frente al mar. Cuando estábamos dispuestas a irnos, mientras las chicas iban al baño me asomé a la playa y vi un lugar diferente al que vi cuando llegué. La marea había bajado, mostrando una playa muy hermosa, con piedras llenas de un verdin fosforescente, con cuevas, aves y tranquilidad. Por suerte pude ver la otra cara de Las Grutas, la cara de la marea baja, que me encantó.
El tramo de Las Grutas a Puerto Madryn se me hizo un poco largo. Creo que porque yo creía que eran menos kilómetros… más que el viento me movía mucho la kombi… más que cada vez que me cruzaba un camión por la mano contraria la kombi se sacudía muchísimo. Tenía que estar muy atenta y sostener muy fuerte el volante tratando de no irme a la banquina. Igual suele pasar eso porque tiene el techo muy alto y ya estoy acostumbrada, pero a veces cansa más de lo normal.
Así y todo La Gorda se la re bancó y andaba con muchísima fuerza, parecía un auto 0 km.
Finalmente llegamos a la ciudad de Puerto Madryn a las 19hs, cansaditas pero felices de haber llegado bien.
Rutas de Península
En Puerto Madryn cuando empezamos a ver qué hacer, surgieron las algunas diferencias entre nosotras. Me enteré que para recorrer la Península de Valdés hay que recorrer 230 km aproximadamente de ripio. Inmediatamente dije que yo con La Gorda no iba a hacer ese camino y la que quisiera podría hacerlo con un tour. Pero Belu quería que lo hagamos en nuestro vehículo y se sentía decepcionada que yo no quiera hacerlo manejando porque era lo que habíamos planeado.
La verdad es que yo trato de no meter mi kombi en el ripio porque se destartala todo. Es un auto viejito y prefiero evitar esos caminos mientras sea posible. Y en este caso era evitable.
Lo hablamos y le pedí que no me presionara a hacer algo de lo que yo no estaba segura y que veamos más adelante si yo quería hacerlo manejando o no. La verdad es que en una situación normal a mi ni se me hubiese ocurrido ir con La Gorda. Por suerte me comprendió y dejamos que fluya. Pero finalmente tomé lo que para mi fue una decisión incorrecta y fuimos con la kombi a hacer el recorrido. El resultado fue el que imaginaba… nos quedamos varadas en el medio de la nada cuando faltaba media hora para que cierre el parque y la kombi no quería arrancar. Por suerte apareció un angelito, el señor Andres, que se detuvo a ayudarnos. Ajustó un cable y La Gorda volvió a arrancar. Y encima nos escoltó unos cuantos kilómetros para ver si seguíamos sin problemas.
Pero además de eso, en ese camino nos consumió mucho más combustible que el habitual y estábamos con la reserva y con miedo de quedarnos sin nafta. Obviamente íbamos asustadas de no llegar al pueblo. Pero llegamos.
A pesar de que tuvimos suerte y salió todo bien, me arrepentí de haber ido con La Gorda, pero me sirvió de lección.
El saldo de la aventura fue toda la kombi llena de tierra, la parte de “casita” y el motor; una de la cortinitas rotas; la bisagra de la tapa del motor se soltó; algunas puertitas se destartalaron un poco más; Y obviamente no quedó andando igual que antes.
Ruta 3: Puerto Madryn – Buenos Aires
Antes de regresar, decidimos pasar por un mecánico de kombis de Puerto Madryn, que nos recomendó un amigo que conocimos allá.
Oscar enseguida me dio confianza. Le hizo una revisión y ajustó algunas cositas. Nos dijo que un cilindro de la kombi no andaba cuando regulaba bajo, pero que sí andaba en alta y que podíamos volver así. Cuando nos fuimos y le preguntamos cuanto le debíamos, no dejó que le paguemos, casi que se arma una pelea, pero se negó rotundamente a cobrar. Un divino.
Al día siguiente me puse en sargento conductor y nos levantamos temprano. A las 7am ya estábamos en marcha. El camino tenía algunas subidas y yo sentía que La Gorda no tenía mucha fuerza. La primer parte fui un poco tensa. Creo que además se juntaron dos factores: las subidas con el viento en contra. Pero cuando llegamos a la parte plana anduve un poco más relajada. Fue buenísimo porque me embalé y paramos a almorzar donde habíamos hecho noche a la ida, en Viedma. O sea que a las 14hs ya habíamos hecho los kilómetros que solemos hacer por día de manejo. Almorzamos, nos hicimos una buena siesta, y cuando el sol empezó a bajar, volvimos a arrancar e hicimos 160km completando un total de 630km en un día, que para la kombi es un montón. Lo mejor es que no llegué cansada porque descansé bien al mediodía y fue como arrancar de cero. Pasamos la noche en Pedro Luro. Le fuimos infieles a la YPF ya que dormimos en una SHELL que está demasiado buena. Fue irresistible.
Al día siguiente continuamos con la dinámica del sargento conductor y a las 7am volvimos a las rutas. Al mediodía ya estábamos en Tres Arroyos. Almorzamos, siesta y seguimos 200km más llegando a Azul donde pasamos la segunda noche. Fue muy buena estrategia porque siempre los últimos kilómetros se hacen más largos por la ansiedad, así que de esta forma para el último día nos quedaban solo 309km para llegar a casa.
Lo que no esperábamos era volver a quedarnos varadas y menos a 160km de Buenos Aires. Yo siempre que me quedo pienso que esperando un rato va a volver a arrancar porque es muy raro que La Gorda me deje tirada en la ruta y tener que llamar a la grúa. Demasiado raro. Esta vez esperamos un rato y nada. Y no sé por qué pero estaba como enojada y trabada, no quería hacer nada más que esperar. En cambio mis copilotas actuaron con rapidez. Belu se fue a ver si algún camionero nos podía ayudar. Lu se fue a llamar a la grúa del peaje. Yo no hice nada. Estábamos a 3km de Las Flores y había mucho tránsito de camiones. En un momento pasó un señor en una camioneta por el camino del costado y dijo que no sabía nada de mecánica pero que estaba yendo al pueblo y podía avisar al mecánico “El Carli”. Como era Sábado no teníamos mucha fé en esa posibilidad. Estábamos llamando a la grúa de mi seguro, cuando de repente la vemos venir a Belu en una motito sentada atrás del chico de la gomería y nos agarró un ataque de risa. Él probó si el problema era del platino pero no lo pudo solucionar y se fue. Y al rato milagrosamente apareció El Carli, el mecánico, con toda su buena onda. Se fijó y dijo que el problema parecía de la bobina. Así que me puse a revolver la bolsa de los repuestos del viaje del 2007 y ¿adivinen que apareció? Sí, una bobina. La cambió en 10 minutos y tampoco nos dejó pagarle. Increíble. Había dejado su taller en el pueblo para venir a ayudarnos y no nos quiso cobrar.
Un par de horas más tarde, llegamos a casa y fue el fin de un viaje hermoso que iré contando de a poquito, para volver a saborearlo.
* NOTA: Las fotos de este post fueron tomados por Belen Costa, Lucía Racov y Tatiana Sidlik.
* * NOTA: Si estás medio perdido y querés saber quienes son las locas con las que viajé y por qué surgió este viajecito, te recomiendo que leas el post anterior: «Se viene un viaje de 4 estrellas»
8 comentarios
Que lindo relato Tati! lo bueno de todos los obstáculos que aparecen en el camino es que cuando los superamos, se convierten en grandes anécdotas! vamoooos la Gorda carajo que se bancó el ripio!
jajaja si!!! todavía la tengo que llevar al mecánico pobre!!! Gracias!!!
ánimo con el viaje. desde aquí en Colombia las acompañamos y seguiremos
QUE BALIENTES LAS TRES LAS FELICITO
muy lindo viaje y siempre admiro como disfrutas de los viajes …..segui soñando y viajando buenas rutas y felicidad
Muchas gracias Daniel!!!
Me encanto todo tu viaje , las fotos y la historia de tu amiga la gorda.Espero el resto.
bueníssimo!!