Planificábamos quedarnos un día nada más, pero terminamos quedándonos cinco. Nos fue bastante bien vendiendo en la plaza. Encima conocimos a un señor que se llama Hermes, que nos invitó a cenar y se convirtió en una persona muy importante durante nuestra estadía en la ciudad.
La verdad es que no paseamos casi nada en Copiapó, trabajamos bastante, pero lo que si conocimos fue mucha gente. Entre ellos conocimos al personaje del pueblo: Giglio. Al principio le teníamos miedo porque estaba borracho, pero luego descubrimos que es una persona muy dulce. Nos bailó, nos hizo reir y nos terminamos encariñando con él que nos hacía compañía en la plaza. (* el video es muy cacero, con giros de cámara etc, pero vale la pena verlo)
Al cuarto día de estar en la ciudad, decidimos partir hacia la ruta nuevamente con destino a Bahía Inglesa. Cuando llegamos, creímos que nos habíamos teletransportado al caribe. No puedo explicar la belleza de esa playa. Rocas, agua cristalina y tranquilidad. Luego hicimos 4×4 con La Gorda por un camino interno y llegamos a otra playa llamada Bahía de los Cisnes. Casi no había gente. Nos tiramos a descansar al solsito, pero mucho no descansamos porque nos agarraron ataques de risas, de esos que solo me agarran con Lu.
(* Los siguientes párrafos lo estoy relatando 8 años después del acontecimiento, ya que en ese momento, cuando estaba sucediendo todo, no sentía ganas de contarlo *)
Más tarde volvimos a Bahía Inglesa a llamar a la familia de Lu. Hasta ese momento sabíamos que algo raro andaba pasando con la mamá de Lu, pero no sabíamos bien qué, o cuán grave era. Con esa llamada nos enteramos de lo que realmente pasaba. La mamá de Lu tenía cáncer de pulmón. Imaginen ese momento, las dos con 22 años, lejos de nuestras familias, recibiendo semejante noticia. Esa llamada marcó un antes y un después en nuestro viaje y en nuestras vidas.
Lu no tuvo que pensar demasiado. Decidió volverse lo antes posible en avión. Por lo tanto volvimos a Copiapó, a hablar con ambas familias. Lu para avisar se regresaba y yo para avisar lo que estaba pasando con la madre de Lu y que me iba a queda sola con la kombi en el desierto de Chile. Toda la situación era muy dolorosa. Con Lu nos conocemos desde los tres años, y nuestras familias también. En ese momento Hermes nos encontró en un cyber café a ambas llorando a moco tendido. Nos agarró, nos llevó a su casa, luego a un asado con amigos, nos distrajo y nos cuidó. Dormimos en su casa y al otro día nos ayudó a comprar el pasaje. Lu agarró algunas de sus cosas de la camioneta y la llevé al aeropuerto que queda a 60km. En ese momento era todo muy raro y triste. Nos despedimos llorando. Se terminaba ese viaje juntas, el mejor viaje de nuestras vidas, nuestro sueño. Y empezaba un tiempo muy duro en la vida de Lu. E incertidumbre total en la mía.
Yo me volví a Copiapó pero Hermes estaba ocupado esa noche. Así que volví a pasar la noche en la estación de servicio, sola y muerta de miedo. La señora que atendía, que nos conocía porque ya habíamos dormido allí, me vio solita, y unas palabras de ella más un cafecito que me ofreció, me reconfortaron. Me hizo darme cuenta que no estaba tan sola como pensaba.